Podríamos equiparar esta cualidad con la fortaleza física; esa condición que da resistencia hasta límites insospechados. La fortaleza mental es similar: comprende una serie de aptitudes que permiten afrontar con entereza las vicisitudes cotidianas. Uno podría llegar a pensar que un buen deportista sólo necesita fortaleza física; sin embargo es la fortaleza mental más que la física la que le permite seguir cuando el cansancio está por vencerlo o cuando un rival está a punto de derrotarlo. Es su fortaleza mental -algo así como una decisión que nace de las tripas- la que no deja que lo gane el desánimo. Es que fortaleza mental podría asociarse con resiliencia, con autocontrol, con disciplina, con optimismo… y hasta con frialdad para mantenerse enfocado.
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• Objetividad. Ser objetivos le permite valorar en su justa medida cada hecho que enfrentan. Saben que nada es bueno o malo “a secas”: todo tiene dos lecturas. Saben que algo aparentemente negativo puede estar ofreciéndoles la oportunidad de aprender algo.
• Apertura. Se permiten vivir nuevas experiencias. Son flexibles; no se contrarían ni paralizan cuando aparece algún tropiezo.
• Resiliencia. Tienen la capacidad de recuperarse frente a la adversidad y de seguir proyectando el futuro. Ante circunstancias difíciles despliegan recursos nuevos.
• Auto-conocimiento. Tienen clara su filosofía de vida: saben qué cosas son realmente importantes, cuales no traicionarían, de qué se sienten satisfechos y qué aspectos deberían cambiar. Se conocen a sí mismos y a sus límites.
• Claridad. Se cuestionan si lo que están haciendo tiene motivaciones realmente importantes. Saben que si no son consecuentes con algo es porque en realidad no les interesa lo suficiente.
• Compromiso. Cuando tienen un objetivo genuino, se comprometen con ellos mismos para realizarlo; o al menos se fijan un plazo prudente para ver si es viable.
• Realismo. No se crean falsas expectativas. Son realistas en cuanto a las posibilidades que hay de concretar lo que desean. Si no lo ven factible pasan a otra cosa. Entienden que no se puede ser feliz todo el tiempo; saben que las experiencias negativas son parte de la vida.
• Control. No aspiran a controlar todo. Saben que hay situaciones impredecibles y que muchas veces no está en sus manos modificarlas.
• Estabilidad. Son emocionalmente equilibrados y tienen la capacidad de actuar con la cabeza fría, dejando a un lado las emociones. Sin embargo, esto no significa que sean inflexibles o insensibles: la persona mentalmente fuerte es flexible, imparcial y sensible. Y muy apasionada
• Estrés. Saben lidiar con el estrés. Están sometidos a tensiones como todo el mundo, pero no permiten que éstas los controlen. Disfrutan con la “adrenalina” que les produce la presión. Logran mantener una visión clara para tomar decisiones de calidad.
• Alternativas. Tienen un plan A, un plan B y hasta un plan C.
• Viven el presente. Se enfocan en el momento que están viviendo.

• Organización. Son organizados y metódicos. Planean estrategias para conseguir sus objetivos.
• Autoestima. Tienen una equilibrada apreciación de sí mismos.
• Concentración. Poseen una excelente capacidad de concentración. Saben bloquear cualquier elemento de distracción.
• Prioridades. Saben establecer el orden de importancia de cada cosa. Nunca se atiborran de mil tareas al mismo tiempo.
• No postergan. Saben que el famoso “lo dejo para mañana” es peligroso. Sólo se permiten postergar después de evaluar que “mañana” habrá más posibilidades de lograr (o acercarse a) su objetivo; ya sea porque las circunstancias mejorarán o porque el descanso y desconexión favorecerán los resultados.
• Son emocionalmente inteligentes. Tienen la capacidad de entender y elaborar la información para usarla de manera adecuada. Poseen claridad para elegir las mejores opciones en busca de soluciones.
• Se hacen responsables de su vida. Nunca esperan que las cosas sucedan o que otros se las proporcionen.
Fuentes: Inspirulina, Cima Performance y Psicología y Mente.
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