Frente a un virus nuevo, aparentemente manipulado en laboratorio, está parada la humanidad e ignorando más que lo que sabe sobre él.
Sin embargo, en el inexacto mundo de las redes sociales donde cualquiera puede decir cualquier cosa, pareciera que todos tienen algo que decir sobre él y sobre las medidas que se toman para evitar que se propague.
Las dudas en el campo científico están minimizadas ante la necesidad de contar con una vacuna que nos brinde la famosa inmunidad con la que hoy no contamos, aunque eso signifique saltearse el estudio concienzudo respecto de eventuales efectos colaterales de la vacuna.
Hoy, sabemos que las pruebas avanzadas de dichas vacunas dieron excelentes resultados en cuanto a la generación de anticuerpos contra el odioso coronavirus, pero lo vamos a probar masivamente sin saber si a los dos años puede producirnos un efecto colateral indeseado.
Ni siquiera sabemos, hoy, si haber cursado la Covid-19 nos brinda inmunidad para siempre (en apariencia, no), si una sola vacuna nos da inmunidad por un año (en apariencia, no), y si la enfermedad deja secuelas al tiempo de haberla padecido, incluso si la cursamos de manera asintomática.
Es tanta la gente cansada de escuchar mensajes políticos edulcorados respecto de que está todo bien que se activó un mecanismo de negación comunitaria que nos ha vuelto imprudentes, descuidados, y opinadores seriales (hay un lindo artículo en este enlace bit.ly/ 3gZ4geB).
El rumor, la versión, y el trascendido que acompaña el actual incremento de casos de coronavirus en nuestra zona han reemplazado a la fuente calificada, a la información precisa, y hasta al propio sentido común. Urge respirar hondo, pensar con claridad, y despejar el pánico que en nada ayuda.
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