Exaltados, indignados, exultantes, insultantes. Las elecciones que tuvieron lugar el domingo pasado dejaron mucho para contar.
“¡Bárbaros! ¡Las ideas no se matan!”, volvería a escribir Domingo Faustino Sarmiento en esa piedra que está camino a Potrerillos si viese cómo han tomado muchos ciudadanos las elecciones primarias nacionales del domingo 14 de agosto.
También fue un momento para aplicar la frase que señala: “Nunca discutas con un imbécil, porque te hará descender a su nivel y allí te ganará con su experiencia”.
Hacía mucho tiempo en que no se veía tanto desborde ciudadano en unas elecciones internas y mucho menos un desborde de votos para el modelo que encabeza la actual presidenta Cristina Fernández, llamado por sus opositores como “kirchnerismo”.
Y bastó con que uno señalara el triunfo contundente de CFK para que, enseguida, una caterva de alcahuetes lo acusen como mínimo de “K”.
Que la presidenta ganó con el votos de los que reciben planes, de los que reciben asignaciones, de los que reciben bolsones, de los que reciben cosas sin trabajar, de esos vagos pandilleros delincuentes feos atorrantes sucios y un largo etcétera que pronunciaron muchos imbéciles en las redes sociales.
Vale señalar que imbécil es una palabra que deriva del latín y que se usaba para señalar a las personas que por vejez o enfermedad no podían sostenerse solas y requerían la ayuda de un bastón. Los que portaban el bastón eran los viejos, quienes además portaban la sabiduría. Por tanto, señalar a un imbécil equivale a señalar a alguien que está muy alejado de la sabiduría. Pero, además, son imbéciles porque ni siquiera aspiran a la sabiduría y se dedican a escupir la primera sandez que se les cruza por la cabeza.
Esos no fueron capaces de ver que los festejos no los encabezaron el domingo los beneficiarios de los planes. No. En los festejos, había infinidad de jóvenes que estudian carreras universitarias, que comen todos los días, que tienen vidas bastante aliviadas, y que cualquier sociólogo encuadraría en la clase media alta o media media.
Esos no fueron capaces de ver que esa juventud que milita junto a la presidenta milita en ese espacio porque ningún otro lo representa. Esos no fueron capaces de ver que las estructuras tradicionales e históricas de los partidos políticos fueron incapaces de contenerlos, de prepararlos para la militancia.
Hay una ceguera que exaspera. Ceguera de los que no hicieron la autocrítica por el estado en el que han sumido a sus partidos. Ceguera porque olvidaron el discurso, la propuesta, la camaradería, la solidaridad, y la usina de sueños que debe ser un partido que aspira a cambiar el terruño en el que vive y contagiar de ilusiones a cada vecino.
Es más fácil simplificar el descontento señalando aspectos personales de la presidenta. Que si exagera en sus discursos, que si viste tales o cuales marcas, que si no tiene humildad o la simula, que si dice cosas que nos unen o nos enfrentan. Y un bla bla bla sin sustento ni documento.
Queda mucho por hacer en Argentina pero no hay mayor imbecilidad que negar que algo se ha hecho, bastante más de lo que se hizo en varias décadas. Que eso hecho sea punto de partida para nuevas metas y que a esas metas las cumpla quien elija el pueblo, el soberano, aunque no siempre guste el resultado de esa elección.
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jesus maria
Editorial: Apologías y rechazos en épocas de elecciones
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