Micros engaños macros

Por: Juan M. García Escalada (Psicólogo Social, Sexólogo Social y docente)

“Hoje o céu é pesado como a idéia de nunca chegar a um porto…” de Hora Absurda”. 
  Fernando Pessoa. (1)
El poeta portugués Fernando Pessoa fue él y fue otros a la vez. Creó los Heterónimos. Como Alexander Search y tres que adquirieron más conocimiento: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Bien decía Walt Whitman: “… ¿me contradigo?...Soy inmenso, contengo multitudes…”.
Álvaro Campos (es decir Pessoa) escribe en Lisbon Revisited: “Por la  nocturna conciencia de la inconsciencia de los cuerpos, / Por la gran manta no-cubre-nada de las apariencias, / Por el césped y la hierba de la proliferación de los seres, / Por la neblina atómica de las cosas, / Por la paredes remolineantes / Del vacío dinámico del mundo…
En esa Lisboa revisada. En este mundo revisado, la democracia se pregunta a sí misma (ante lo que estamos viviendo y vivenciando) de aquello que los griegos tuvieron en cuenta, allá por los albores de la cultura occidental y que tan distorsionada está hoy esta palabra. La usan unos, la usan otros y parece ser revisitada permanentemente y termina siempre vapuleada, para darle significados diversos. Como en el tango  Cambalache: “…Todo es igual, nada es mejor…”
La Democracia implica “conflicto” constante de ideas que se debaten en respetuosa lid dialéctica. Pero en velocidad y repetitivamente las palabras pierden significado. Y la dialéctica que se puede construir con ellas desaparece para enfrentarse: en simples expresiones contra expresiones. Se rehuye  el debate serio y finaliza vaciando el contenido  (nadie escucha a nadie) y sabemos que, cuando hay vacíos sin respuestas, la violencia y el odio toman  el lugar cotidiano de las relaciones socio-culturales.
La democracia necesita de las opiniones diversas para fortalecerse. Cuando esas opiniones son reemplazadas por escuetos mensajes circulatorios en millones de aparatos (la mentira como verdad-fake news) va dando lugar a un sin-sentido y se apodera una sensación de lejanías, de desinterés, hay algo denso que está, que se instala como percepción de desesperanzas. Lo escribió en parte de sus poemas Pessoa, es como que: “Hoy, el cielo es pesado como la idea de nunca llegar a un puerto…” (1). 
Como una grieta dirían algunos. ¿Qué grieta? se preguntan otros. Esta expresión surge cuando no se quiere la dialéctica de la razón y criterio; y la escucha del otro/a. Y esa grieta (o la vereda opuesta) se transforma en “publicidad-propaganda”, que lleva a construir seres impedidos de pensamientos propios. Deseos expresados, por ejemplo, al principio de la década del ‘30 del siglo pasado cuando el teórico Reinold Nieburh escribía: “El hombre promedio, debido a su estupidez,  no sigue el camino de la razón sino el de la fe… Hay que suministrarles mitos para que hagan lo que tienen que hacer”. Y que aún hoy, tiene plena vigencia cuando el neoliberalismo, versión tétrica del verdadero capitalismo, usa los miedos en los millones de ciudadanos para manipular conciencias, confundir, espantar sus propios criterios, y vaciar de sentido lo que significa  Democracia, dejando en el desamparo a multitudes en la miseria (del desierto cultural y económico) para que gobierne una elite, “santificada” por la confusión de los ciudadanos.
En esa feria de vanidades que son nuestros egos  humanos,  no se aceptan las diferencias que enriquecen, y se selecciona creer en aquello que simplifica, quita de responsabilidades sociales y se deposita la culpa siempre en el otro/a. Porque siempre nos hemos sentido,… ¿Cómo?: “Ahhh, Yo…Argentino”… expresión que descarga toda responsabilidad como ciudadano, para depositarla en los demás.
Final. En este tiempo de virtualidades recuerdo al escritor estadounidense  Samuel Langhorne Clemens (1835-1910) más conocido como Mark Twain, (Las aventuras de Tom Sawyer - Las aventuras de Huckleberry Finn) quien dijo: “Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados”. 
Claudio Minoldo

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