¿Quedarse un día entero en casa? De ser posible, ¿en pijama y pantuflas? Placeres como pocos. Es natural e incluso aconsejable quedarse algún día entero en casa, haciendo cosas que nos gustan, o simplemente descansando la mente y el cuerpo. “Esto es especialmente necesario si tomamos en cuenta los tiempos que vivimos, en que la intensidad es la marca que nos atraviesa; en que sentimos que el tiempo no nos alcanza y las responsabilidades nos sobrepasan”, nos dice la Lic. María Sol Altamira (M.P.3151).
La gran pregunta es: ¿Qué pasa cuando el “no tengo ganas de salir de casa” se vuelve una respuesta frecuente a cualquier invitación que nos hagan?
- Ante esta situación, en primera instancia es conveniente analizar la edad y la etapa vital que se está transitando, ya que no es lo mismo que esto se presente en una persona joven o adolescente que en un adulto. Esto significa que para cada etapa vital y situación específica habrá que hacer foco con mayor precisión en otros aspectos que subyacen.
¿Qué es lo que habría que tomar en cuenta?

¿Esta necesidad de aislarse también puede generarse cuando uno vive una situación conflictiva?
- Sí, sobre todo si se vivencia con mucho estrés. Por eso, hay que tomar en cuenta la o las situaciones vitales conflictivas que está transitando esa persona en el momento presente. Por ejemplo, evaluar si es una persona que tiene una actividad laboral o social que le demanda mucho tiempo y energía; si en los últimos años ha tenido gran parte de su disponibilidad puesta al cuidado de la familia: crianza y cuidado del hogar, administración de la economía y sustento; proveyendo tanto desde lo material como desde lo afectivo.
¿Esto puede ser algo característico de la adultez?
- Esta situación se puede manifestar en las etapas de la adultez, por ejemplo, cuando se transita un proceso de duelo, e incluso cuando los hijos crecieron y esa disponibilidad hacia el cuidado queda fluctuando, sin poder canalizarse efectivamente. La pérdida de un vínculo o persona significativos en lo afectivo pueden llevar a desear aislarse.

- Sin duda. La angustia por lo laboral, la pérdida del trabajo, o en el contexto actual, la disminución de las posibilidades económicas, pueden determinar el no desear participar de actividades sociales
La necesidad de recluirse, ¿sobreviene de repente?
- No. El aislamiento social no se da de un día para otro. Es paulatino, puede incrementarse y producir que cada vez haya menos ganas de salir de casa.
Hasta aquí las posibles causas. ¿Qué hacer ante esta situación?
- Ante todo, dirigir la mirada hacia nuestro interior; cuestionarnos y registrarnos desde la sinceridad. Después, revisar cuánto hace que presentamos este comportamiento. El darnos cuenta hará que tomemos consciencia de que algo nos está ocurriendo. A partir de allí podremos comenzar a buscar herramientas internas para comenzar a resolverlo.
¿Qué otros interrogantes habría que hacerse?

¿Y si la causa es una depresión?
- La terapia permitirá deducir en relación a otras manifestaciones, la existencia o no del desarrollo de un estado vinculado a la depresión, y a su vez analizar si otros aspectos de la personalidad pueden estar influyendo.
¿Por ejemplo?
- Negatividad, una exigencia excesiva por la perfección -ya sea auto-perfección o perfección de los otros o de lo externo-, frustración o baja tolerancia a la misma, que puede deberse a expectativas desmedidas sobre ciertas situaciones o vínculos, y sobre todo la vivencia interna ligada a la autopercepción de uno mismo; es decir la autoestima.
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