Cuando el “No tengo ganas de salir de casa” se convierte en hábito

Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)

¿Quedarse un día entero en casa? De ser posible, ¿en pijama y pantuflas? Placeres como pocos. Es natural e incluso aconsejable quedarse algún día entero en casa, haciendo cosas que nos gustan, o simplemente descansando la mente y el cuerpo. “Esto es especialmente necesario si tomamos en cuenta los tiempos que vivimos, en que la intensidad es la marca que nos atraviesa; en que sentimos que el tiempo no nos alcanza y las responsabilidades nos sobrepasan”, nos dice la Lic. María Sol Altamira (M.P.3151).
La gran pregunta es: ¿Qué pasa cuando el “no tengo ganas de salir de casa” se vuelve una respuesta frecuente a cualquier invitación que nos hagan? 
- Ante esta situación, en primera instancia es conveniente analizar la edad y la etapa vital que se está transitando, ya que no es lo mismo que esto se presente en una persona joven o adolescente que en un adulto. Esto significa que para cada etapa vital y situación específica habrá que hacer foco con mayor precisión en otros aspectos que subyacen.
¿Qué es lo que habría que tomar en cuenta? 
- Ante todo, las características de personalidad. A grandes rasgos, existen modalidades de interacción con el mundo externo propias de personalidades extrovertidas y otras propias de modalidades introvertidas. Estas últimas tienen una mayor necesidad de conexión y mirada hacia lo interno. Pero aun así hay que tener presente que la personalidad no es estática, y que en determinadas etapas, y sobre todo en determinados momentos afectivos o emocionales, se producen fluctuaciones, tanto hacia el mundo exterior como hacia el mundo interior. Esto forma parte de los procesos de autoconocimiento e incluso de equilibrio y /o auto preservación de la energía psíquica.
¿Esta necesidad de aislarse también puede generarse cuando uno vive una situación conflictiva? 
- Sí, sobre todo si se vivencia con mucho estrés. Por eso, hay que tomar en cuenta la o las situaciones vitales conflictivas que está transitando esa persona en el momento presente. Por ejemplo, evaluar si es una persona que tiene una actividad laboral o social que le demanda mucho tiempo y energía; si en los últimos años ha tenido gran parte de su disponibilidad puesta al cuidado de la familia: crianza y cuidado del hogar, administración de la economía y sustento; proveyendo tanto desde lo material como desde lo afectivo.
¿Esto puede ser algo característico de la adultez?
- Esta situación se puede manifestar en las etapas de la adultez, por ejemplo, cuando se transita un proceso de duelo, e incluso cuando los hijos crecieron y esa disponibilidad hacia el cuidado queda fluctuando, sin poder canalizarse efectivamente. La pérdida de un vínculo o persona significativos en lo afectivo pueden llevar a desear aislarse.
¿La pérdida de trabajo o las dificultades económicas también pueden llevar al aislamiento? 
- Sin duda. La angustia por lo laboral, la pérdida del trabajo, o en el contexto actual, la disminución de las posibilidades económicas, pueden determinar el no desear participar de actividades sociales
La necesidad de recluirse, ¿sobreviene de repente?
- No. El aislamiento social no se da de un día para otro. Es paulatino, puede incrementarse y producir que cada vez haya menos ganas de salir de casa.
Hasta aquí las posibles causas. ¿Qué hacer ante esta situación?
- Ante todo, dirigir la mirada hacia nuestro interior; cuestionarnos y registrarnos desde la sinceridad.  Después, revisar cuánto hace que presentamos este comportamiento. El darnos cuenta hará que tomemos consciencia de que algo nos está ocurriendo. A partir de allí podremos comenzar a buscar herramientas internas para comenzar a resolverlo. 
¿Qué otros interrogantes habría que hacerse?
- Identificar qué situación o situaciones pudieron haber causado este deseo de aislarse. Es importante poder determinar qué pudo habernos ocurrido como para no querer salir de casa; que nos llevó a generar el hábito de evitar el exterior, o  por qué nos sentirnos seguros en el interior de nuestro hogar. Éstos serían los principales pasos para luego poder plantearse la necesidad de acudir a terapia. El  acompañamiento profesional permitirá analizar y poner en palabras los sentimientos y emociones vinculadas a las vivencias que podrían haber determinado el desarrollo de esta situación. Además hay que analizar si este comportamiento podría deberse a una manifestación de un estado vinculado a depresión. 
¿Y si la causa es una depresión?
- La terapia permitirá deducir en relación a otras manifestaciones, la existencia o no del desarrollo de un estado vinculado a la depresión, y a su vez analizar si otros aspectos de la personalidad pueden estar influyendo.
¿Por ejemplo? 
-  Negatividad, una exigencia excesiva por la perfección -ya sea auto-perfección o perfección de los otros o de lo externo-, frustración o baja tolerancia a la misma, que puede deberse a expectativas desmedidas sobre ciertas situaciones o vínculos, y sobre todo la vivencia interna ligada a la autopercepción de uno mismo; es decir la autoestima. 

Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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