Negación, cansancio, incoherencia

La súbita aparición de casos positivos de Covid-19 en nuestra zona puso a los vecinos en un desconcierto emocional y frente a una realidad concreta propia.

El sars-cov-2 dejó de ser el bichito que rodeaba a nuestra zona, que hacía retroceder a fase uno a comunidades parecidas a la nuestra, y que le tocaba a los que, en apariencia, no habían hecho las cosas bien.
No teníamos ninguna inmunidad especial, ni habíamos hecho ningún cerco revolucionario, ni habíamos adoptado ninguna medida extraordinaria.
El coronavirus llegó de la mano de la imprudencia, del relajo generalizado, del natural cansancio, y hasta de la negación que la gente empezó a manifestar ante las declaraciones públicas de la clase política.
Es que no estaba todo bien, ni todo controlado, ni éramos mejores que otros países, ni mucho menos éramos el ejemplo sudamericano.
El único aparente mérito en la mayoría de los distritos parece haber sido no haber saturado los sistemas sanitarios ni ocupado todas las camas críticas, ni haber puesto a nuestros médicos en el dilema de tener que elegir a quién salvar.
Quizás por eso se nos murió, hasta ahora, menos gente que en países vecinos y hermanos, pero en términos de contagio ya llegamos al top ten mundial y nada hace prever que amesetemos ninguna curva en el corto plazo.
Y en nuestra microrregión, la súbita aparición de casos nos ha puesto inquietos. En dos semanas, la curva no ha dejado de crecer. Es cierto que de a pocos casos diarios, pero ya casi estamos en los 50 casos y las autoridades permanecen atentas, mientras evalúan la apertura de un centro intermedio para el caso de que se colme el Hospital Vicente Agüero.
De nada vale, hoy, echar culpas ni enojarse, mucho menos lamentarse por haberse cuidado y haber cuidado al otro. Más que nunca, la salida colectiva dependerá de la responsabilidad individual frente al virus que vino para quedarse por una larga estancia.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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